jueves, 26 de agosto de 2010

[ SALVEMOS LA PAZ ] Carlos Alberto Torres: “Siento que nunca estuve preso”


De:
Comité Amigos Puerto Rico <comite_amigos_pr@hotmail.com>
Compañeros: comparto la alegría por la libertad de Carlos A. Torres, se cometió contra él una horrenda injusticia causándole daños materiales y morales que jamás le podrán ser compensados. Lo único que podrá compensarlo a cabalidad es que, siguiendo como ya lo reitera, en la lucha, llegue a ver consumada la hora de la anhelada independencia del pueblo hermano de Puerto Rico,pues al momento del recuento de la lucha su sacrificio será totalmente valorado. Y si no, pues él puede estar orgulloso por su fidelidad y lealtad a su pueblo y a su patria; en cada apretón de mano y en cada abrazo y en cada palabra fraterna él sentirá y gozará la alegría de vivir y de ser fiel a su propia conciencia. Yo lo abrazo desde Michoacán, México y le agradezco hacerme rememorar momentos tan parecidos cuando uno sale de la cárcel sin explicarse cómo es que se mueven y trasladan por sí  mismos los vehículos en la calle como me pasó a mí, al salir a y trasponer el umbral de Lecumberri.Mayores éxitos y adelante, sin bajar la guardia. Adolfo Mejía González. 
A pesar de que estuvo 30 años en una prisión de Estados Unidos por conspiración sediciosa, Carlos Alberto Torres seguirá luchando por la independencia dentro de las leyes del país. Torres tenía puesta una camisa con un mensaje pidiendo la liberación de los presos políticos Oscar López y Avelino González Claudio. (Primera Hora / Gerald López-Cepero)

sábado, 21 de agosto de 2010
Maritza Díaz Alcaide / Primera Hora

“¡Oye, papi! ¡Bienvenido a casa!... Treinta años, ¿verdad?”, le grita a Carlos Alberto Torres, irónicamente frente a la Corte Federal en San Juan, un joven que le da paso para que éste pueda cruzar la calle.

El ex prisionero político se sorprende. Se sorprende doblemente, por la reacción del muchacho que lo reconoce y porque a él le acaba de pasar lo que juró que no le pasaría: “quedarse como bobo” sin saber cómo cruzar una vía de rodaje.
En la cárcel, sus compañeros de celda se lo habían advertido, que uno sale de prisión y suele suceder que se le ha olvidado hasta cruzar la calle y otras tantas cosas que en libertad se toman por descontadas.

El independentista puertorriqueño Carlos Alberto Torres pasó la friolera de 30 años de prisión en Estados Unidos, el periodo más largo que ha cumplido un preso político boricua, años de reclusión comparables a los del líder sudafricano Nelson Mandela.
Treinta años que son como decir una vida, la juventud casi entera, en su caso.
Torres entró a prisión a los 27 años y salió de 57.

No conocía ni la Internet
-dice que mandó su primer e-mail hace varios días-, no sabía llamar por celular y juraba que los cedés no daban vueltas, detalles curiosos pero inconsecuentes cuando se piensa en tantas otras carencias que sufrió tras las rejas.

“La cárcel es terrible, aunque te puedan tratar bien, porque pierdes algo esencial, que es la libertad”, dice.
Recuerda que la condena de 78 años que le fijaron por conspiración sediciosa (no lo acusaron de matar a nadie ni de poner bombas) le costó estar separado de su hija, pasar 27 años sin poder ver a su madre biológica y los mismos 27 alejado de su madre de crianza, la también ex prisionera política Alejandrina Torres.
A su mamá biológica la fue a visitar de inmediato, el mismo día que salió de la cárcel.
Ésta sufre de Alzheimer y reside en un hogar de ancianos en Chicago.
A Alejandrina Torres, finalmente, la pudo abrazar por primera vez en suelo boricua.
¿Por qué tantos años de prisión?
A nosotros (los independentistas que las autoridades en Estados Unidos vincularon con las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional) nos dieron sentencias irracionales. Teníamos acusaciones idénticas y nos dieron sentencias diferentes. Ellos querían que nos defendiéramos criminalmente, pero dijimos que éramos luchadores por la patria. Nos rogaron que nos defendiéramos y no lo hicimos. No podíamos caer en ese juego, costara lo que costara, porque nuestra intención era traer luz sobre el caso colonial de Puerto Rico.
También confiesa que siempre supo cuáles serían las consecuencias de incursionar en la lucha a favor de la independencia.
Nunca flaqueó en prisión, aun sabiendo que la mayoría de los puertorriqueños apoya una relación de unión permanente con Estados Unidos.
Nunca, aseguró, se cuestionó si valía la pena dar un pedazo de vida, de una vida que pudo tomar un rumbo distinto.
“Hay situaciones que son difíciles, pero uno acepta el sacrificio, porque interpreta que es necesario. Yo soy un voluntario de la lucha independentista. Las dudas se tienen que tener antes”, señaló para agregar que cuando se vio preso se dijo: “Tomé la decisión que me dictó la conciencia”.
A pocos días de salir de prisión, el ex preso político cuenta que ya se sentía libre, que sólo le faltaba que se abrieran las puertas de la cárcel para decir: “Me porté como patriota, nunca traicioné y cumplí como un hombre de principios”.
Por qué llegó a donde llegó Torres se fue de Ponce a los siete años y en Chicago, como tantos otros puertorriqueños, se convirtió en un “boricua en la Luna”.
“Hay que entender la mentalidad de los puertorriqueños de allá. Vivíamos rodeados de comunidades que para aquella época eran abiertamente racistas. Si soy un puertorriqueño caminando en Camuy, no tengo que ir diciendo ‘soy puertorriqueño y ¿qué?’ como en Estados Unidos”.
También intuye que es quien es porque su padre, el pastor José A. Torres, estuvo activo en diversas luchas sociales, incluida la defensa de los derechos de los afroamericanos.
¿Cómo resistió la cárcel por tantos años?
El ex prisionero sostiene que no perdió ni la cordura ni el optimismo y que las armas que utilizó fueron la disciplina y el fijarse metas todos los días.
Eso lo dice de la manera más natural del mundo mientras en su nueva casa en Camuy muestra las obras de cerámica que realizó en la cárcel, obras que comenzó a confeccionar hace 10 años y que de ahora en adelante le servirán de medio de sustento.
Torres se había preparado para la libertad con anticipación. Hace un año tiene la licencia de Fomento para vender sus obras, porque él se anticipaba libre, ya que presos como él no habían pasado de los 30 años en prisión.
Estaba confiado, aunque el corazón se le cayó al piso cuando antes de su vista de excarcelación encontraron un cuchillo en la celda que compartía con otros presos.
Uno de los confinados confesó que era suyo, pero aun así, se le advirtió que su caso podría ser considerado dentro de otros quince años.
En 1999, Carlos Alberto Torres se había quedado preso, mientras otros de sus compañeros recibieron clemencia del presidente Clinton, así que ya conocía el sabor de perder.
“Aquello fue el misterio del siglo para mí. No sé por qué Clinton no me incluyó en la lista”, dice, aunque señala que sintió alegría porque sus amigos iban a ser libres.
La libertad a él le llegaría 11 años más tarde.
Ya en Puerto Rico, el primer día, se lanzó a una piscina en la casa de un amigo. Lo había soñado tanto... Se tiró al agua y de inmediato tuvo la sensación de que había dejado la prisión atrás para siempre. “Tuve la sensación de que nunca estuve preso”, expresa, mientras confía que éste es su punto de partida.
Continuará luchando por la independencia de la Isla.
“Voy a estar activo dentro de las leyes, reglas y normas del país”, dice acerca de su militancia y de su nueva condición de hombre libre.
“Mientras viva, lucharé por la independencia, aunque venga en cien años”, reitera.


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